Abstract :
[es] En 2011, la escritora mexicana Valeria Luiselli publica su primera novela, Los ingrávidos, cuyo título alude al proceso de afantasmamiento de los dos narradores: una narradora notablemente similar a la propia Luiselli y el poeta mexicano Gilberto Owen. Narración en primera persona y parecidos con el autor por un lado, fenómenos indiscutiblemente inverosímiles por otro, el libro reúne todos los ingredientes de lo que el teórico francés Vincent Colonna llamó “autoficción fantástica”. Sin embargo, en una de sus entrevistas, Luiselli declara que “no quería escribir una novela fantástica”, y, más aún, “que [se] moriría si alguien dice que Los ingrávidos es una novela de ese estilo, estaría profundamente indignada” (Barbosa Vera, Scofaulos 2012). Aunque el efecto fantástico no siempre dependa de la intención de un autor, en este caso preciso Valeria Luiselli parece tener razón. De hecho, un examen detenido de la obra revela una antinomia: sin ser fantástica, Los ingrávidos es una autoficción “de ese estilo”. Es sobre esa antinomia que esta comunicación inclina la perspectiva. Después de un sucinto resumen, nos centremos en primer lugar en los indicios autoficcionales de la novela y luego en sus componentes fantásticos, examinando con más detenimiento los que impiden que el libro se adhiera a esa modalidad, a saber, los moduladores de duda, los comentarios metadiegéticos y la no fiabilidad de la narradora.