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Abstract :
[es] No existe una literatura inocente. Todas las formas de discurso –independientemente de que sea este literario o no– contienen siempre ideología. La literatura, pese a sus pretensiones de pureza y de autonomía, se constituye, en palabras de Etienne Balibar y Pierre Macherey, como operador privilegiado de la relación práctica de los individuos con la ideología hegemónica, asegurando con ello su reproducción.
En la actualidad, es posible observar, a través de los grandes nombres de la novela española (Almudena Grandes, Antonio Muñoz Molina, Elvira Lindo, Ray Loriga, etc.), que la literatura ha interiorizado los postulados posmodernos del “Fin de la Historia” y del ocaso de la lucha de clases, contribuyendo con ello a que el texto literario opere en su función de reproductor y legitimador de su ideología. El resultado es la producción literario de un texto donde toda forma de conflicto se ha eludido. Las contradicciones se enuncian bajo la forma de solución imaginaria, esto es, las contradicciones radicales se desplazan sustituyéndolas por contradicciones imaginariamente conciliables en la ideología dominante. De este modo, la huella de lo político y lo social se borra del texto en virtud de otros discursos que la ideología asume, y se resuelven los conflictos a través de una lectura de corte intimista, psicoanalítica o moral. En cualquier caso, el resultado siempre está determinado por la exteriorización de los postulados aideológicos de la ideología posmoderna del capitalismo avanzado. En este sentido, la literatura interpela a los sujetos en su función de lectores para que estos se reconozcan en la ideología y garanticen su reproducción.